domingo, 30 de octubre de 2022

Mi opinión sobre la frase de Nacho Calderón

“En este contexto, los actos disruptivos en el aula como la negación de la autoridad del profesorado, la desvalorización de las calificaciones o la infracción de las normas básicas son el primer paso para rebelarse a una socialización hostil” (Calderón & Habegger, 2012, pág. 148). El contexto en el que se enmarca esta frase es un contexto homogeneizador, de estudiante promedio. 

Me parece muy curioso que a pesar de conocer La teoría de Evolución de Darwin desde el siglo XIX sobre la variabilidad en los individuos en sexo, edad, inteligencia, rendimiento escolar, aptitudes, personalidad, intereses, estilos de aprendizaje…, sobre la diferencia en los grupos en cuanto a cultura, clase social, diferencias étnicas y raciales, de género y lingüísticas, aún nos encontremos en la casilla de salida.
Me hago la misma cuestión que Joan Jordi Montaner; Si la diferencia existe, ¿por qué no tenerla en cuenta?  ¿Por qué debemos entonces uniformar el aprendizaje? ¿Por qué no enriquecernos con esta diversidad y aprender de los otros y con los otros lo que nosotros no sabemos? 
Personalmente, creo que la escuela debe ser inclusiva, abierta a atender todas las diferencias. Un lugar en el que todo el mundo tenga cabida y donde todos aportan algo, pueden aprender y donde la colaboración y el aprendizaje sean la seña de identidad de nuestra comunidad educativa. Una comunidad que acoja a todos, que elimina barreras.
 Sin embargo, como dice Parrilla, 2003; asumir la diversidad es aceptar la diferencia, valorarla, pero sobre todo es enriquecerse de ella, y para llegar a este punto, aún estamos muy lejos. 
Creo que nuestro sistema educativo está lejos una cultura inclusiva que permitan valorar a todas las personas y que favorezcan la inclusión de todo nuestro alumnado del centro. Nuestro currículum y leyes educativas aún están centradas en valorar lo que nuestros alumnos saben o no saben hacer más que en sus propias capacidades. Nos hemos olvidado de que aprender a equivocarse es aprender a superar obstáculos y errores. 
Estoy totalmente de acuerdo en que el enriquecimiento para todos es la base de la educación inclusiva, de la importancia de las diferencias individuales, realizando actividades y proyectos que promuevan este objetivo colaboración. Pero para ello, debemos reflexionar con nuestra comunidad educativa sobre la escuela que queremos construir, la escuela que soñamos para construir una verdadera comunidad de aprendizaje. Como dice Muntaner, 2012; centros educativos que fomenten y valoren la heterogeneidad frente a la homogeneidad; reconozcan, admitan y acepten las diferencias humanas como un hecho natural e inevitable con el que debemos aprender a convivir.
No quiero terminar mi reflexión sin olvidarme de los docentes. En este sentido creo que el profesorado en general no estamos preparados para este diálogo pedagógico, para la demanda de metodologías activas que exige la diversidad de nuestro alumnado porque aún no hemos cambiado ese modelo educativo centrado en la enseñanza a un modelo educativo centrado en el aprendizaje. Aún no hemos hecho frente a la necesidad de eliminar las barreras que generan segregación, rechazo, fracaso escolar y marginación. Sin embargo, no pierdo la esperanza porque considero que la docencia es una vocación, una dedicación plena a una profesión que es la única que puede cambiar el orden de las cosas en nuestra sociedad, la educación.

Salvador Páez Rodríguez Licencia de Creative Commons
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